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Pendientes de mar y cielo

Quizás alguien llegue del mar o asome fugaz a la ventana. Tal vez una gaviota se demore en el tejado. ¿Nadie aparecerà a dar la bienvenida? Para qué. Si basta con las olas entrevistas y el cielo que irá a deslizarse por las pendientes leves. Y en otros casos, botes y boyas, tragaluces y puertas que invitan a esperar indefinidamente mientras la naturaleza nos alienta al ocio contemplativo, a la actividad parsimoniosa de ojos que no pueden cerrarse.

Sentarse y mirar en silencio. Dejarse invadir por cielos, paredes y agua.

Jorge Goyeneche, 2009.

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