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La intimidad de la ausencia.

 

En las obras de Bibiana Anguio lo que se muestra es la pintura en toda su capacidad para fijar y sacar del tiempo, para hacer de la apariencia otra cosa que se muestra en un espacio distinto, que sólo le pertenece a ella. El carácter de ese espacio es el que en verdad determina la naturaleza del cuadro y nos lo revela. En él, Bibiana consigue que cada momento sea la revelación, gracias al poder de la imagen. La escena recogida en el cuadro es el medio que ocultaba algo en su interior que ahora se muestra.

Lo que sus personajes y el mundo que los rodea pierden en el seno de la obra, es su contingencia y, a cambio de ella, encuentran su eternidad.Por eso, en Bibiana, lo familiar y lo eterno, lo cotidiano y el paisaje parecen nacer de la misma fuente. Todo transcurre en un tiempo y una historia, en una historia que se contempla a sí misma. Su realidad material convertida en pintura, en expresión espiritual, nos entrega la posibilidad de un espacio en que todas las contradicciones desaparecen y los elementos que configuran el mundo de la representación dejan de estar uno frente al otro. Aislados, independientes y mudos, rodeados por el aura de su impenetrable soledad, para entrar a ser parte de un mundo total, que no es la imagen sino lo que la imagen suscita.

En ese mundo la densidad particular de cada objeto se hace transparencia y la transparencia les permite recuperar su densidad.

El tiempo deja de existir y todo aparece detenido en el instante de la revelación.Buscar la realidad de ese instante, hacerlo aparecer, es para Bibiana, buscar la realidad del color y de la pintura.

María de las Mercedes Reitano, 2005.

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